Sin embargo en aquel momento, la marea no me evocaba ningún sentimiento positivo, porque la marea que observé al girar la esquina no era una marea de agua limpia y clara, era una marea de cuerpos descompuestos, sangre y miembros putrefactos, en lugar del sonido retumbante del ronroneo de las olas, esta marea traía un eco lejano de gemidos de ultratumba salidos de un lugar mas profundo que la garganta de aquellos que una vez fueron humanos.
Desde las calles que rodeaban la manzana donde se ubicaba la farmacia avanzaban, inabarcables, incontenibles, cientos, miles de ellos, desmadejados, caminando con ese ritmo mas propio de un enjambre que de una voluntad individual.....y avanzaban hacia nosotros.
Llevé mi vista hacia el puente que era nuestro objetivo, casi rezando a un dios en el que no creía por que estuviera en pie y no infestado de aquellas criaturas y allí estaba......en pie y con apenas un par de muertos deambulando entre coches abandonados, ¡era posible!, solo tendríamos que correr unos trescientos metros para llegar a el y luego seguir campo a través y, con suerte, perder a aquellos muertos que nos siguieran.
Tras confirmarlo regresé mi vista al grupo y me aproximé a ellos para hablarles en voz baja:
-El puente esta libre, pero el camino no....-
-¿Que significa eso?-Preguntó Lucía-
Les miré a los ojos, aseguré mi mochila con las correas lo mas fuerte que pude y dije:
-Que vamos a tener que correr-
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